La hermosura manifiesta de un Sahara querido,
nos presenta entre dunas un bello atardecer.
Huele a guiso de cabra que el cielo ha permitido
y un buen samaritano nos lo viene a ofrecer.
El suelo de la Jaima de alfombras bien tupido,
es clámide de rosas y piezas de ajedrez.
Se palpan los silencios y el tiempo detenido
porque vuelven al alma pensamientos de ayer.
la dicha abre sus labios para el beso, pero ha huido,
ha guardado su boca entre la arena con premura.
entre tanto, la España y el Marruecos se han dormido.
La herida sigue abierta sin puntos de sutura.
mueren al sol las caracolas y, conmovido
y en silencio, hay un llanto de amor y de ternura.
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