EL FULGOR DE LA TARDE
A mi amigo, Jerónimo Astudillo,
con toda mi admiración y afecto.
*****
La luz era radiante sobre la piedra toda.
La Virgen esplendía su ardiente luz divina
y el Monasterio todo fulguraba en la tarde.
La Virgen, quietecina en su aposento,
escuchaba en silencio nuestros rezos de amor.
Jerónimo irradiaba su cualidad de amigo
y escuchaba con mimo la voz de los demás.
Silencio...Su silencio, siempre,
era idioma y aviso de ternura infinita.
Jerónimo, qué bien se estaba allí sentado
en el dulce patio donde estuvimos.
Allí, el perfume ecuestre de las rosas,
lloraba las ausencias de todos los caídos.
Y eras tú, el Principe del alba, con sueños de ternura
quien me enseñó solícito, coliflores muy raras.
Y envuelto en un misterio yo me quedé pensando:
¡Cuánto enseña un amigo como tú!.
Dame la mano, "ángel de mi tierra",
porque quiero aprender, un poquito,
solamente un poquino de todo lo que sabes
y es tanto...
que me siento orgulloso de haberte conocido.
********Guadalupe, 10 de marzo de 2012
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